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LOS VINOS DE GRAN CANARIA


Los vinos de Gran Canaria son únicos. Una singularidad resultante de los condicionantes medioambientales impuestos por la localización del viñedo: clima, suelo y nivel de altitud.

 

Así, podemos sentir el carácter volcánico propio de los vinos elaborados con uvas procedentes de viñedos situados en escarpadas laderas de suelos de picón, y que se ven beneficiados por las bondades que otorgan los vientos alisios; o notar el carácter diferenciado de los vinos procedentes de viñedos localizados en la vertiente suroeste, a sotavento, en los suelos duros, áridos y basálticos propios de la parte geológicamente más antigua de la isla.

 

Una diversidad de localizaciones que, conjugada con los diferentes sistemas de cultivo y demás prácticas agrarias, en las que conviven tradición e innovación, dan como resultado una diversidad de paisajes de viñedos  por descubrir.

 

Unas prácticas agrarias eminentemente manuales, con unas vendimias que se prolongan hasta más cuatro meses debido a los microclimas isleños y a los dispares puntos de maduración de las distintas variedades  de uva que conforman el inmenso patrimonio varietal  vitícola de Canarias.

 

Unas variedades que proceden de viñas de pie franco: una práctica que singulariza la viticultura del archipiélago al ser Canarias una de las cuatro regiones del mundo que no vio afectados sus viñedos por la plaga de la filoxera. Esta circunstancia ha posibilitado la supervivencia y conservación de variedades que se extinguieron en su lugar de origen y que aquí han perdurado en el tiempo hasta el punto de poder hablar de variedades autóctonas.

 

Variedades que hablan del lugar de donde proceden, de cepas viejas que han visto el paso del tiempo y que son testigo de todas las historias que se han contado alrededor de una buena copa de vino de nuestra tierra.

 

Vinos de alma atlántica, que se traduce en una marcada sensación salina en boca, destacando en los blancos los aromas a flores y frutas blancas, a cítricos y a frutas tropicales, con notas anisadas, que los hacen vinos frescos y ligeros, casi siempre jóvenes y de buena intensidad aromática; mientras que en los tintos predominan los aromas a frutos rojos y negros, a flores azules como la lavanda y la violeta, y a especias, siendo vinos bien estructurados.

 

Vinos que, en definitiva, hablan de nuestra singularidad, identidad y tradición, y que contienen matices y notas únicas capaces de transportarle a la isla de Gran Canaria.

Francisco Torres (1935) Fondo fotográfico de la FEDAC