Vila Real, en la ciudad portuguesa de Oporto, acogió el VII Congreso Internacional de Montaña y Vitivinicultura organizado por CERVIM (Centro de Investigación, Estudio, Salvaguarda, Coordinación y Valorización de la Viticultura de Montaña), la Universidad de Tras-os-Montes y el Alto Duero (UTAD), de la Associação para o Desenvolvimento por Viticultura Duriense (ADVID) y por la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oporto.
La Ruta del vino de Gran Canaria, impulsada por la Consejería de Sector Primario y Soberanía Alimentaria del Cabildo de Gran Canaria y acreditada como producto enoturístico por la Asociación Española de Ciudades del Vino (ACEVIN), se presentó en el Congreso Internacional como un proyecto cultural que pretende explotar el valor del vino producido en la isla, hacer perceptible el trabajo de los viticultores y preservar, además de rentabilizar el patrimonio cultural vitivinícola de la isla.
El manuscrito fue presentado por Fabio Zottele, ingeniero y técnico del CTT de la Fundación Edmud Mach del Trentino (Italia), y el arquitecto y doctorando Álvaro J. González del Programa Interuniversitario Islas Atlánticas: Patrimonio, Historia y Marco Jurídico (ULPGC, ULL, UMa y UAc). Ese documento explica las teorías aplicadas en la Ruta del Vino de Gran Canaria para su certificación. Además, dentro de ese trabajo se señala que el proceso de diseño del producto enoturístico en Gran Canaria se basa en dos pilares ya presentados por los autores en conferencias anteriores del CERVIM y el ITLA. El primero de los fundamentos es Landscapital, es decir, el paisaje como medio de producción junto a los valores intrínsecos y extrínsecos derivadas de las prácticas vitivinícolas. El segundo pilar es el análisis del paisaje vitivinícola construido y las escalas de percepción como metodología aplicada sobre el territorio productivo y estudiados en las Islas Canarias y el Trentino y Alto Adige para reconocer los marcadores paisajísticos que identifica y diferencian al paisaje vitivinícola heroico.
En Gran Canaria, el paisaje vitivinícola fragmentado, las dimensiones de parcelas de cultivo y, por tanto, las producciones limitadas de los vinos grancanarios reflejan la dificultad estructural para cultivar y lo extraordinario de descubrir su dinamismo paisajístico. Las variedades locales prefiloxéricas, y las prácticas agronómicas desarrolladas durante cinco siglos, forman parte de la escala del detalle que da lugar al patrimonio cultural de la isla, siendo los lagares de piedra y madera uno de los marcadores paisajísticos destacables.
A través de la Ruta del Vino se trabaja la escala relacional para transmitir los valores no perceptibles al visitante e implicar a actores de diferentes sectores. Las experiencias y los productos han sido clave para el diseño del producto enoturístico y, sobre todo, a través de su propia imagen promocional con la que se hace aún más significativo el vínculo entre cultura, paisaje y vino. El lema del producto enoturístico, Hacemos vinos y embotellamos paisajes, es un ejemplo más de este vínculo donde el viticultor grancanario conserva, al elaborar vino, parte del lugar donde cultiva.
Las conclusiones de este trabajo ponen de manifiesto cómo la Ruta del Vino de Gran Canaria es un producto sostenible, autentico y trabajado con los propios actores. Los fundamentos teóricos aplicados pueden ser aprovechados para potenciar la producción de vino, empoderar la labor del viticultor y dar sentido a preservar la tradición del paisaje vitivinícola de Gran Canaria. La Ruta del Vino de Gran Canaria, con el apoyo ejemplar de sus cooperantes y la participación directa de las bodegas, establecimientos, negocios y experiencias, se anuncia como un modelo de mejora económica complementaria que permite conocer los productos de alta calidad del sector primario de la isla. Todo esto se fijó en un marco internacional como es este congreso portugués.