Si algo nos ha enseñado el COVID-19, además de la fragilidad de la salud de las personas con esa lacra de pérdida de vidas humanas y enfermos que está dejando a su paso, es la debilidad de nuestro sistema económico. Especialmente en nuestras Islas Canarias, donde dependemos casi en exclusiva del turismo de sol y playa, olvidándonos y abandonándolos a esa dependencia de la llegada de un avión y/o crucero con turistas.
Pero llega las Rutas del vino, y esta excelente iniciativa nos abre las puertas al regreso a nuestros orígenes, a nuestra historia, donde Canarias fue un referente en el turismo vitivinícola durante los siglos XV y XVI, propiciando el “Canary”, denominación que recibía el malvasía de Canarias. Venían los ingleses, entre otros, interesados por un turismo vitivinícola, e incluso como refugio para recuperar la salud.
El enoturismo nos posibilita fortalecer nuestra economía, volviendo a la agricultura, al campo, al cultivo de la vid, y con él además al embellecimiento de nuestras laderas y montañas.
Recuperamos industria, donde las bodegas participan activamente en la transformación de la uva en ese preciado bien que es el vino canario.
Y como no, el sector servicios también se ve beneficiado en la distribución y venta de ese producto final que es el vino. Producto que es un reflejo de nuestra historia, agricultura, industria y servicio.
* El autor es Juan Santiago García Socas, presidente de la Asociación Aula del Vino de Gran Canaria.